Iglesia Matriz de Fão

Siglo XVI / XIX
Se trata de un templo edificado entre los siglos XVI y XIX, que sufrió algunos daños debido a las inclemencias climáticas, especialmente la gran invasión de las arenas que enterraron el edificio en varias ocasiones. En el interior, en la capilla mayor, se encuentran los vestigios más antiguos de este edificio: dos puertas, una de 1673 y la otra, biselada, que revela la construcción quinientista. El resto del edificio es bastante posterior, con sucesivas remodelaciones a lo largo del siglo XIX. Casi a finales de siglo, en 1893, se erigió la torre. La fachada muestra un gusto típico ochocentista, con su aire sobrio y frontón simple pero elegante. También los pináculos que adornan esta fachada son claramente ochocentistas.

Localización

Fão

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Horario

Todos los días, 09:00 – 18:00 h.

Curiosidades y leyendas

San Paio de Fão
El patrón San Paio (o Sampaio, o incluso San Pelayo), conocido como San Pelayo de Córdoba, lugar de su martirio, ya que es originario de Galicia. Uno de los santos más destacados del período de la llamada ‘reconquista cristiana’, un período de la Edad Media en el que los reinos cristianos del norte de la Península Ibérica luchaban contra las potencias musulmanas. En el imaginario cristiano de la Península, las figuras reales o legendarias que, a través de la lucha militar o el martirio, ponen de relieve y resaltan el valor de la fe cristiana, se convierten en ejemplos a seguir y protegen tanto a los nuevos reinos cristianos como al Panteón de los Santos protectores de estos reinos. San Paio concentra en sí mismo estas dos características: es un joven de trece años que acompaña a su tío Hermigio, obispo de Tuy, en la batalla contra el emir de Córdoba Abderramán III, como paje; pero también sufre el martirio en nombre de los preceptos cristianos. El trágico final de la batalla, con Hermigio prisionero del emir, llevó a largas negociaciones para la liberación del prelado, lo que sólo ocurrió, para garantizar el rescate, haciendo a Paio rehén del emir. En esta situación el soberano musulmán y su hijo se convierten en objeto de deseo por su extraordinaria belleza. La negativa a las pretensiones del emir fue la causa de que fuera torturado y arrojado al río Guadalquivir, donde murió.
El rechazo de la inmoralidad y el martirio en manos de los «infieles» destacan la superioridad del comportamiento y la fe del joven Paio. Por eso San Paio es un santo de gran devoción en el noroeste de la península. Son numerosas las parroquias de las que es patrón, y muchos son los niños bautizados con su nombre. Se celebra el 26 de junio en el calendario litúrgico.

Leyenda de los Caballos de Fão y el rey Salomón
El nombre «Cavalos de Fão» se refiere a un grupo de rocas hundidas en el mar cerca de la costa de Fão, frente al lugar de Ofir, y que forman el banco de arena rocosa que protege la desembocadura del río Cávado y las playas de esa extensión del territorio. Con fama de ser causa de numerosos naufragios, porque los barcos, cuando se aproximaban a la costa, se perdían inevitablemente en esas rocas. Durante la bajamar, se pueden ver los afloramientos, que la tradición local llama «Cavalos de Fão» y que tienen una leyenda asociada.
La leyenda dice que en tiempos del rey Salomón, un rey muy rico y sabio, muchos barcos llegaron a estas tierras del Cávado en busca de oro para construir el Templo de Jerusalén, prometido por su padre, el rey David. Tenía que ser el templo más hermoso y rico del mundo, y por eso trajeron oro y madera de todas partes. Al tener noticia de la abundancia de oro y otros metales en este lugar, el rey Salomón envió a los fenicios a buscarlos.
Accedieron a las numerosas minas de estas tierras, llevándose un oro de gran calidad. Ésta era la tierra de Ophir, la tierra del oro y la riqueza. Los fenicios transportaban el oro a la desembocadura del Cávado y desde allí a Jerusalén, entregándoselo al Rey Salomón. Al contemplar tanta riqueza y abundancia de oro, les ordenó regresar a por más, ofreciéndoles, como premio, por tan buen trabajo y tanta riqueza, los mejores caballos de su casa real. Orgullosos de ellos, los fenicios volvieron a Cávado.
Estaban a punto de llegar a puerto cuando se levantó una gran tempestad. Las olas crecieron hasta alcanzar gran altura y el viento destrozó las velas de los barcos. Fue tal la tormenta que los barcos se hundieron. Se perdieron muchos hombres y bienes, pero los caballos eran tan hermosos y fuertes que, en vez de desaparecer muertos en las aguas, se convirtieron en piedra a la vista de todos. Petrificados, permanecieron allí para siempre, y aún hoy pueden ser vistos en toda su grandeza en las mareas bajas.
Algunos dicen que algunos de los caballos que se ven hoy en día, también petrificados, son de los pueblos bárbaros del norte, que vinieron del mar para conquistar los pueblos de esta tierra, como el Castro de San Lorenzo. En una de esas incursiones, los invasores trajeron hermosos caballos para avanzar tierra adentro. Pero el pueblo se unió y les hizo frente, empujándolos al mar, sin tiempo para que regresaran a sus barcos y huyeran. En esta fuga por mar, los bárbaros fueron ahogados y asesinados. Pero los caballos se quedaron allí petrificados, junto con los de los fenicios. ¡Y ahí están para maravilla de todos!