Siglo XVIII
En este mismo lugar existía otro templo, de principios del siglo XVII, del que aún quedan importantes vestigios, especialmente la tumba blasonada de Paulo Carneiro de Figueiredo (1626), uno de los fundadores.
La construcción del actual santuario – típico de los templos de peregrinación – comenzó en los primeros años de 1700, como parte del movimiento artístico del estilo «Chão». La fachada principal está orientada al norte; en el lado sur hay una torre con gárgolas, coronada con pináculos, y en la puerta principal, un frontón roto, coronado por un rosetón elipsoidal. Este templo fue apreciado y beneficiado por la familia real portuguesa, en la persona del Rey Luís I, que se convirtió en Juez Perpetuo, Patrón y Defensor del mismo, teniendo las armas reales portuguesas colocadas en su fachada. El interior tiene forma de cruz latina con bóvedas de piedra. En el altar mayor tenemos a la milagrosa figura del Señor de los Pasos, localmente conocido como «Señor de Fão».
Invierno: Todos los días, 09:00 – 18:00 h.
Verano: Todos los días, 10:00 – 19:00 h.
Festivos: Fin de semana siguiente a Pascua (viernes, sábado, domingo), 09:00 – 24: 00 h.
Buen Jesús de Fão
El Santuario está dedicado a Jesucristo, Hijo de Dios, con una advocación contextualizada en los diversos «pasos» del Ciclo de la Pasión, entre el apresamiento en el Monte de los Olivos y la Crucifixión en el Gólgota. La devoción está muy arraigada en el culto oficial y popular de la Iglesia Católica después del Concilio de Trento (siglo XVI). La advocación del Buen Jesús es común a otros santuarios de la diócesis de Braga, pero la iconografía no siempre representa el mismo momento del Ciclo de la Pasión. La imagen del Buen Jesús de Fão, como Cristo crucificado, está envuelta en la leyenda familiar con el valor milagroso de las imágenes que aparecen en las playas o en las orillas de un río, en este caso el Cávado. Aparecida sin una mano, la imagen se rescató de entre la madera y fue recogida en la playa por una mujer que pretendía quemarla y milagrosamente no ardió. Es este extraordinario acontecimiento el que atribuye a la imagen fundadora del santuario el poder milagroso, desde el siglo XVIII. Actualmente prevalece una iconografía de Cristo que lleva la cruz, condenado y maniatado, hacia el sacrificio final de la cruz, un Señor de los Pasos, protector y compañero de los peregrinos que allí, devotos, lo buscan en un Via Crucis común. La proximidad iconográfica y la visualización del sufrimiento del Salvador, ya sea en el Señor azotado y cargando la cruz, o en el crucificado, ha marcado la historia de la devoción de nuestros santuarios y el emotivo mundo de la devoción popular.