Siglo XVII/ XVIII
Es un edificio de arquitectura vernácula extremadamente sencillo.
La fachada exterior es de un solo paño, donde se abre un pórtico de ala recta, en el centro, rematado por una ventana cuadrangular. En el centro de la parte superior un campanario de piedra, en un arco perfecto, con una pequeña cruz. En la parte occidental tiene una cruz y en su base está grabada la fecha de 1671.
En el interior, hay un solo retablo dorado, neoclásico, con la imagen del patrón, San Amaro, flanqueado por las imágenes del Inmaculado Corazón de María y San Silvestre I (33º Papa). Junto a este retablo, tenemos, en pilastras, las imágenes de San Blas, a la derecha, y de San Juan Bautista, a la izquierda.
En las paredes laterales destacan los exvotos de madera, más antiguos, y de cera, más recientes, ofrecidos por las personas que hicieron promesas a cambio de su curación.
Invierno, tercer domingo de cada mes, 14:30-16:00 h.
Verano, tercer domingo de cada mes, 15:00-17:00 h.
Festivos: Tercer domingo siguiente al 15 de enero, 09:00-19:00 h.
San Amaro
San Amaro fue discípulo de San Benito y uno de sus mayores seguidores. También llamado Mauro, se unió a San Benito a la edad de 12 años. Era tan solícito y dedicado a su maestro, que muy pronto se convirtió en ejemplo para todos los monjes que estaban con San Benito.
Se cuenta una historia fantástica que demuestra su unión al maestro. El joven Placido, futuro San Placido, se estaba ahogando en el embalse de Subiaco, cuando San Benito, presintiendo el desastre, le habló a Amaro con el pensamiento: «Hermano Amaro, corre raudo a buscar a Placido que está a punto de ahogarse.» Amaro corrió sobre las aguas, sin darse cuenta, y rescató a Placido asiéndole por los cabellos. Al ver el milagro, lo atribuyó al maestro San Benito. Según la tradición, fue San Amaro quien sustituyó a San Benito cuando éste partió para a fundar Montecassino, el primer monasterio.
Leyenda de San Amaro
«La leyenda cuenta que en la época de los Alfonsinos vivía en Belinho un cazador que había sido novicio en el convento de San Román. Nadie conocía su nombre porque era tal su habilidad en el manejo del arco y las flechas, que se le conocía como el «Cazador de Belinho». Un día subió a la colina para cazar, hacia un árbol de madera en forma de trompo (el pico del monte). Cuando perseguía al zorro cayó, en un movimiento inesperado, rompiéndose las dos piernas. Solo, sin nadie que le ayudara, salvo su fe, recurrió al Santo Abad Amaro, a quien veneraba y cuyo altar adornaba durante su estancia en el convento. Cansado de pedir ayuda y con el dolor consumiéndole, se quedó dormido. De repente, el ala de una golondrina le tocó la cara y despertó. Vio la imagen de un fraile que llevaba una cogulla de San Benito y que le animó a incorporarse. Lo hizo, levantándose sin dolor. Creyendo que fue San Amaro quien le dio nuevas piernas, decidió ir al Convento de San Román para dar gracias ante la imagen del Santo.
En Belinho, decidió erigir una capilla como ofrenda al generoso Santo. El lugar donde se construyó la capilla es el que vio el «Cazador de Belinho» cuando se detuvo en la cima de la colina, mientras oteaba el horizonte. Meses después de su construcción, la capilla fue bendecida por el Abad de San Román.
Curiosamente, el desastre en la madriguera de los zorros, como se conoció, ocurrió el 15 de enero, día consagrado al Abad San Amaro». [BOAVENTURA, Manuel de (1971) – Jornal «O Cávado»]